Tarta de cerzas - CAPÍTULO - II
- Inmutable en el tiempo, la tarta siempre se desarrollaba en dos actos. Uno, matemático, previsible y público, en el que intervenían los cuatro elementos citados. Y el otro, fantasioso, aleatorio y hermético, en el que brillaba en todo su esplendor el quinto elemento, el innombrable. Ése era su toque personal, su secreto mejor guardado, el sello y el alma de sus creaciones.
- Se había convertido en un pasatiempo habitual -entre los comensales- hacer conjeturas, vagamente aproximativas, sobre ese quinto elemento, y aventurar hipótesis -siempre peregrinas y desencaminadas- sobre los ingredientes no triviales ni evidentes de la receta.
- ¡Ay de aquel insensato que probase en serio a descubrir el pastel de la tarta! Más le hubiese valido intentar descifrar el producto encriptado de dos números primos. El pobre diablo ni siquiera podía imaginar la envergadura del doble reto al que se enfrentaba. El primero - titánico- hallar la correcta combinación de los ingredientes arcanos; el segundo -diabólico- averiguar sus proporciones áureas y canónicas. ¡Qué iluso!
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Próxima entrega: Capítulo - III: LA FORTALEZA DEL SINSABOR
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