Tarta de cerezas - CAPÍTULO - V
- Todo era inútil. Era una inútil. Sí, inútil, inútil, inútil; éste era el triple adjetivo descalificativo con el que se auto definía, se auto flagelaba y se auto compadecía, tras cada fallido intento.
- No hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta que el uso y abuso de este vehículo expresivo, sin freno ni control, no presagiaba nada bueno. El accidente - previsible e inevitable - no tardaría en llegar.
- Ella, sin embargo, alegre en su desgracia, despreocupada, ajena al mundo exterior, seguía a sus bolas, rodando por la pendiente que la conducía inexorablemente hacia su destino.
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Próxima entrega: Capítulo - VI : AUTO SACRAMENTAL
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